Hace unos años que Ariadna Gil se ha convertido en una habitual de nuestros escenarios. Premio Butaca a la mejor actriz por 'Jane Eyre' (2017), el año pasado la pudimos ver en la caja de las maravillas de Àlex Rigola con 'Vania'. Ahora sube al escenario de la Sala Petita del Nacional con un texto estremecedor, para utilizar algún adjetivo aproximativo, 'El dolor', el dietario que escribió Marguerite Duras durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial mientras esperaba, en París, el retorno de su amor.
¿Qué te pasa por dentro mientras ensayas 'El dolor'?
Muchas cosas. Me tocan las cosas que explica y cómo las explica. Lucho para intentar que en escena no pasen las cosas que me pasan a mí. Intento frenarme. Explica cosas muy duras. Y debe hacerse desde otro lugar, porque está escrito desde otro lugar. En un texto tan fuerte como este, tengo que luchar contra lo que a mí me afecta.
Duras dice que el suyo es un dolor implantado en la esperanza de volver a ver a su amor.
Lo que más cuesta es que, cada vez que me pongo, no vuelva la pena, la emoción, la indignación. Me siento como en otro lugar: esta mujer tiene una inteligencia... Se rige por una manera muy personal y particular de pensar. Es un texto muy emocional, porque explica qué siente, qué le pasa, como sufre un dolor que es a la vez personal y universal, por lo que vive en carne propia y lo que ha vivido Europa. Pero también es un dolor intransferible.
"Nuestro reto es transmitir un texto siendo fieles a la forma como fue concebido. Y para ello estoy luchando para salir de mí misma"
¿Como lo explica?
Es muy dura, contundente, incluso carente de sentimentalismo. Es un dolor muy crudo. Y nuestro reto es transmitir un texto siendo fieles a la forma como fue concebido. Y para ello estoy luchando para salir de mí misma.
¿Habrías podido hacer esta obra sin haber pasado por 'Vania', donde no había artificio?
Son dos obras muy diferentes. Rigola nos pedía que no forzásemos nada, que dijéramos el texto desde nosotros mismos.
¿Os pedía honestidad?
El actor debe ser siempre honesto. Siempre. Debe ser fiel a lo que tiene que hacer, debe estar al servicio de un texto, de unos personajes. Chéjov va directo al corazón, al sentimiento. Y Duras, también.
¿Es tu primer monólogo?
¡Y no lo volveré a hacer nunca más! Es muy duro. Estás tú sola delante de todos. Estás contigo y con nadie más. Tardé mucho en aceptar la propuesta de la Lurdes Barba [la directora]. No lo tenía nada claro. Pero aquí estoy.
¿Te has pasado definitivamente al teatro?
Estuve quince años sin hacer teatro. De muy joven, participé en varias obras, pero no fue hasta que Mario Gas me llamó por 'Un tranvía llamado deseo', en 2010, que volví. Este oficio es fruto de momentos y de las oportunidades que aparecen. Y ahora hay mucha gente que me propone cosas. ¡Fue una suerte que esta puerta se abriera!
Trabajas poco en el cine.
Lo que pasa es que las cosas que me proponen para hacer en teatro son más interesantes que las que vienen del cine. Más que pensar en el medio, pienso, cuando me llega alguna, donde me voy a meter.
¿Con 'El dolor' te has acercado a un mundo nuevo?
Es un mundo tan diferente del mío... Y no hablo sólo de la época, sino de la personalidad: Duras tiene un hablar dulce y al mismo tiempo es implacable. No se trata de que yo haga de ella, lo que no hemos intentado en ningún momento, sino que su escritura salga a través de mí.
NO TE LO PIERDAS: Al teatro por 12 euros...o menos