Para hacer buen teatro, pocas cosas son necesarias: un texto que destaque, unos actores que sepan qué hacen y un director que ame su trabajo. Y en la puesta escena de esta novela de Stefan Zweig, editada en 1922, una 'rara avis' dentro de su vasta producción literaria, tenemos, por encima de todo, un amor profundo hacia la palabra y la humanidad. Zweig nos cuenta una fábula oriental en la que el protagonista, Virata, un juez prestigioso, va abandonando el mundo en cuanto va viendo el peso y el perjuicio de las acciones de los hombres, hasta que se da cuenta de que no hacer nada, retirarse, también es una acción que trae consecuencias.
Como un cuento
La iluminación de Pep Bracons y la música en directo de Marc Serra acompañan a un Xavier Ripoll y un Òscar Muñoz que se van intercambiando el rol de Virata y, al mismo tiempo, dan vida a muchos otros personajes. Broggi, que estrenó este espectáculo por primera vez en 2002 en la Sala Beckett de Gràcia, da profundidad al montaje aprovechando las dimensiones del teatro de la Biblioteca de Catalunya. Sin embargo, nos habla siempre de cerca, como si la fábula de Zweig fuera un cuento, gracias a una dicción impecable y al saber estar de Ripoll y Muñoz.
Zweig nunca nos regaña
Parece que ambos actores no hagan nada, que recuerden las marcas y se limiten a narrar, únicamente. Pero en esta sencillez extrema se esconde una dificultad sublime. Porque en la propuesta de Broggi hay calidez, confidencia, y ningún aleccionamiento. Zweig, tanto en la ficción como en la autobiografía, muestra y explica, nunca nos regaña. Y el director podría haber caído en la trampa de decirnos: ¿veis qué pasa? Deja que sea el espectador quien saque conclusiones. No os la perdáis.