'Els criminals', TNC
Foto: David Ruano / TNC 'Els criminals', TNC

Reseña

Els criminals

3 de 5 estrellas
Jordi Prat i Coll lleva a escena una atrevida versión de 'Los criminales' de Bruckner en la que fuerza la simbología al máximo con un reparto lleno de estrellas
  • Teatro
  • Crítica de Time Out
Andreu Gomila
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Time Out dice

Ferdinand Bruckner, a finales de los años 20 del siglo XX, ya sabía lo que le venía encima: el desencanto, la barbarie nazi. Primero escribió 'El mal de la juventud' y, poco después, 'Los criminales', una pieza muy moderna para su tiempo y que hoy nos llega con unas posibilidades técnicas que él ya debió imaginar. El primer acto, cuando nos mete en una escalera de vecinos, como Georges Perec en 'La vida, instrucciones de uso', es excepcional. Y cuando despliega todas las fechorías que se cometen, de piso en piso, de hogar en hogar, nos hipnotiza.

Levantar 'Els criminals' requiere un prodigio, un gran teatro. Y el montaje que ha ideado Jordi Prat i Coll en el TNC es estéticamente imbatible, con, de entrada, el perfil de un edificio con diferentes viviendas donde los intérpretes desarrollan todas las microtramas de este rompecabezas. Necesita, sin embargo, cierta proximidad, cierta amplificación, un zoom cinematográfico, para que el espectador no se pierda. Algo que la función no tiene.

Ver a Joan Carreras en mallot de presidiario al estilo hermanos Dalton no tiene precio

El director añade, además, un tono de vodevil, de cabaret berlinés de primer tercio de siglo XX que se va haciendo más presente en cuanto la acción avanza. En el segundo acto, cuando todo el mundo pasa por los tribunales, levanta la cabeza. Y en el tercero, cuando los vecinos vuelven a casa y deben rendir cuentas, toma todo el protagonismo. Ver a Joan Carreras en mallot de presidiario estilo hermanos Dalton no tiene precio. Y a Maria Rodríguez Soto sentada en primer plano haciendo una mayonesa con una mano de mortero, tampoco. Ni a un Lluís Soler con la boca comida por un chico con ganas de juerga.

Pero eso no es suficiente. Porque la función acaba como acaba, con este efecto que está tan de moda: proyectar las obras más allá de su tiempo, añadiendo un cuarto acto o un epílogo. Aquí es una marcianada con todas las de la ley. Prat i Coll podría haber llevado la pieza a nuestros días sin ningún problema, porque 'Els criminals' habla de una sociedad carcomida, pero ha decidido mantenerla en la República de Weimar y cerrarla con un después.

La osadía de un director valiente, que sabe cómo enfrentarse a la endemoniada Sala Gran, es remarcable en un momento de grandes montajes tirando a conservadores. Sin embargo, 'Els criminals' tiene muchas virtudes, pero son más ideas que realidades.

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Detalles

Dirección
Precio
16-32 €
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