No es la primera vez que Nao Albet y Marcel Borràs comienzan un espectáculo haciendo de viejos. En 'Hamle.t.3' (Teatre Lliure, 2011) protagonizaron uno de los inicios de función más despampanantes que he visto nunca. Ambos, disfrazados de viejecitos del Midwest norteamericano, en perfecto inglés, miraban el paisaje comentando la jugada. Entonces, apenas habían cumplido los 20 años. Una década más tarde, ponen en marcha 'De Nao Albet y Marcel Borràs' en 2061 con ambos, sin disfraz y una niebla baja que les tapa los pies. Van renqueando, curvados. Llevan 25 años sin verse. Y, cuando están a punto de encajar, dan marcha atrás y nos sitúan en el presente.
Durante casi dos horas de función, Albet y Borràs nos explicarán su amistad y se proyectarán más allá del presente. La cuestión es que ahora no se pueden ver e imaginan todo lo que sucederá a partir de ahora en sus vidas, después de hacer un extenso inventario de reproches, desde que se conocieron en plena adolescencia. Aparecerán novias, amigos y familia, traumas infantiles y manías presentes, malas pasadas y anécdotas diversas. Y, claro, todos y cada uno de los espectáculos que han salido adelante. Pero no, no es una antología, sino un aquelarre personal.
Pero no, no es una antología, sino un aquelarre personal
Acostumbrados a sus espectáculos totales, con guiones brillantes, también autoficcionales, de 'Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach' (TNC, 2012) hasta 'Falsestuff' (TNC, 2018) la pieza que han estrenado ahora es una decantación minimalista de su universo. ¿Por qué partir de sí mismos si pueden hablar sobre sí mismos? ¿Por qué escribir una obra cuando ellos pueden ser la obra? ¿Por qué contar con otros intérpretes y equipo técnico si ellos pueden hacerlo todo, saben hacerlo todo?
No importa si lo que cuentan es verdad, si todo lo que dicen es real, las filias de Nao y los traumas de Marcel, si son tan malas personas como hacen ver. La cuestión es que destrozan las costuras de esa cosa tan de moda llamada autoficción que pasa por abrirse en canal en escena y convertir tu vida en una obra. Lo interesante es que nos lo hacen creer todo. Y no necesitan casi nada para conseguirlo: es su palabra contra la nuestra.
La cuestión es que destrozan las costuras de esa cosa tan de moda llamada autoficción
Sin embargo, quedan sin resolver algunas dudas: ¿por qué hacen tantas faltas cuando escriben en catalán? ¿Alguien que no los conozca, que no haya visto nada suyo antes, entenderá algo? Después de este despojo total, ¿qué más pueden hacer? Y perderlos sería terrible.