"Camus es una guía que siempre me acompaña. No escribía para los que hacían historia, sino para los que la sufrían", dice Carles Alfaro. Después de llevar a escena 'La caiguda', juntamente con Rodolf Sirera en el 2002, ahora se encara con 'L'estranger' -también con Sirera-, la primera novela del escritor argelino y una de las bases fundacionales del existencialismo. La protagonizan Ferran Carvajal y Francesc Orella. Meursault, el protagonista de 'L'estranger', ha cometido un asesinato absurdo. Ha disparado a un árabe. Después del primer disparo, ha hecho una pausa, y ha apretado el gatillo cuatro veces más. Ha sido pura casualidad lo que lo ha llevado hasta aquí. Un disparo puede ser accidental. Pero la pausa entre el primer tiro y los cuatro siguientes es la gran quimera de la gente que lo rodea y lo juzga. Meursault tiene una virtud que es, a la vez, su gran defecto: el mundo le es indiferente. Pero no se trata de una actitud querida, su indolencia nace de una naturalidad auténtica. Y tiene una virtud que es también enfermedad: es incapaz de mentir. Esto nos plantea un interrogante: ¿es posible la convivencia sin la mentira? No lo sabemos
Meursault será condenado. No tanto por el asesinato, sino por su indiferencia. Alfaro nos expone la doble cara de la esencia del protagonista. "Por un lado, Meursault despierta en nosotros empatía. Todos tenemos un estallido nostálgico ante un hombre tan auténtico". Por otro lado, "¿hasta qué punto sería posible un mundo de individualismos feroces, lleno de Meursaults?" Con la finalidad de llevar a escena esta dualidad, Alfaro ha optado por un desdoblamiento poético que convierte a Meursault en dos. Uno, Ferran Carvajal, es el Meursault presente, y en cierta manera inconsciente. Sencillamente, un hombre llevado a una inercia en la que no hay pasado ni futuro. Francesc Orella, el segundo Meursault, encarna aquella conciencia irremisible que estalla de repente. "No son gemelos ni interdependientes. Más bien representan dos puntos de ubicación diferenciados pero complementarios", explica Alfaro. Sea como sea, Alfaro nos recuerda que "Camus no es ningún ideólogo". Por lo tanto, no hay respuestas. Incluso así, el director evita disparar una afirmación rotunda: "Veo muchos Meursaults. El distanciamiento respecto a las propias emociones es un hecho mayoritario". Para acabar, una declaración de intenciones: "Lo último que querríamos es hacer un drama. ¡Entonces la obra sería antiCamus!".
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