Clara Peya, 'Caramel'
Foto: Marta Mas Clara Peya, 'Caramel'

Reseña

Caramel

4 de 5 estrellas
Con la complicidad de Pablo Messiez, Les Impuxibles llevan a escena un texto híbrido sobre las adicciones con muchas capas
  • Teatro
  • Crítica de Time Out
Andreu Gomila
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Time Out dice

Les Impuxibles (Clara Peya y Ariadna Peya) no hacen teatro para lamerse las heridas, ni para perderse en cuestiones estéticas. Hace dos años, en el TNC, se enfrentaron al suicidio en 'Harakiri', un espectáculo que no acababa de lograr por muchos motivos. Ahora, en el  Lliure, acometen el reto de hablar sobre las adicciones, con un formato similar, a través de testigos y movimiento, con Clara Peya al piano, pero con resultados radicalmente diferentes. No sé si es la luz, la acción de los intérpretes, la puesta en escena... 'Caramel' es una experiencia visual y sonora de primer orden.

De entrada, Clara Peya, antes de encaramarse a su piano de cola, nos pregunta cuáles son nuestras drogas, qué nos tiene enganchados, cuáles son las sustancias prohibidas de la época en la que hemos caído. El público queda mudo, a la espera. Y en lo que podría ser un bar, van entrando los diferentes intérpretes: dos actores (Joan Solé y Sandra Pujol) y cuatro bailarines (Mabel Olea, Yasser D'Oquendo, Helena Gispert y Pol Guimerà). Todos piden otra. Tienen historias que contar.

"Lo que vemos y sentimos llega a erizarnos la piel"

Y lo harán a través de la palabra y una coreografía diseñada por Ariadna Peya que es como una ola, que se nos irá llevando mientras se despliega. Pide calidad técnica y fisicidad, que Solé y Pujol siguen con un brillante dominio del cuerpo. La música de Clara Peya también expresará cosas, con el grueso habitual y la finura de unas melodías que no solo acompañan la escena, sino que hablan por sí mismas.

Lo mejor de 'Caramel' es que no es un alegato en contra de nada, ni ninguna campaña publicitaria advirtiendo de los peligros de las drogas. Es una exposición minuciosa de los adictos que quizás peca de excesiva en algún momento en la palabra, no en el movimiento. La coreografía de Ariadna Peya dice a veces más que los textos que ha escrito Pablo Messiez para la pieza. Sin embargo, estamos ante un montaje que tiene varias vías de entrada en el espectador, y lo que vemos y oímos llega a erizarnos la piel.

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Detalles

Dirección
Precio
12-32 €
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