En un pueblo catalán, Caín es el hijo de un mecánico que contrata un inmigrante para cuidar y mantener los campos de manzanas ante la enfermedad de su padre. El relato de la vida en familia y del medio rural y la llegada del extranjero llenan una primera parte pesada que termina con unas palabras que en manos de Donald Trump justificarían su racismo. En la segunda, se explica la vida al otro lado del mar y la fuga de un hijo en busca del padre que los abandonó para buscar una vida mejor.
Artigau define muy bien los personajes que conoce de primera mano y crea a un padre fascinante que llena de verdad Lluis Villanueva, pero a nuestro entender, se pierde un poco en los perfiles de los inmigrantes y sobre todo en sus actitudes, y no resuelve de manera creíble la confrontación entre ambos mundos. A pesar de la excesiva duración de la función, el esfuerzo y la calidad de los intérpretes, que incorporan más de una decena de personajes, mantiene con fuertes altibajos el interés de una puesta en escena que no acaba de levantar el vuelo.