Autor: Jose Masteroff. Dirección: Jaime Azpilicueta. Con: Elena Gadel/Teresa Abarca, Ivan Labanda/José Carlos Campos, Alejadro Tous, Amparo Saizar, Enrique del Portal, Víctor Díaz...
El Kit Kat Klub ha vuelto a abrir sus puertas. Se instala en el Teatre Victòria después de pasar, desde 1992, por el Novedades (Jerôme Savary), Artenbrut (el 'Adéu a Berli'n de Josep Costa) y Apolo (BT McNichol). De nuevo el extraordinario catálogo de canciones de Kander y Ebb -con la notable ausencia de 'Mein Herr'- se escucha y disfruta en todo su esplendor musical.
La producción dirigida por Jaime Azpilicueta es una fusión de las emblemáticas adaptaciones de los británicos Sam Mendes y Rufus Norris. Una recreación de sus ideas, incluido el impactante final. Un homenaje sin mucha personalidad y casi nada de sudor decadente. Excelente banda, glamuroso decorado, rico vestuario, una iluminación que necesitaría de más efecto expresionista, coreografías blanqueadas en su sensualidad más explícita, y una mediocre dirección de actores.
El gran problema de este montaje es qué pasa cuando la música enmudece. Sólo Ivan Labanda (el maestro de ceremonias) parece dominar a su icónico personaje, aunque sin esa seguridad que aporta una dirección atenta a los matices y que puede estropear -sobreexcitado de histrionismo- un tema tan conmovedor como 'I don’t care much'. El resto del reparto queda libre para resolver las escenas dramáticas como un sainete.
Y está Sally Bowles: Elena Gadel. No es su primer gran papel. Ha sido Blanca en 'Mar i Cel' y Rizzo en 'Grease', pero quizá el primero con un potente spotlight sobre su personaje. Un foco que se ha encendido demasiado pronto o con el director equivocado. Gadel aún no posee la personalidad, ni la experiencia interpretativa, ni la soltura coreográfica para esta frágil antiheroina. Incluso su canto está más basado en la potencia que en la sensibilidad.