Breu visita a la Gola del Llop

La puesta en escena es magnífica. Cuando entramos al Maldà, no nos encontramos con sillas alineadas en filas y una propuesta a la italiana, sino que hay dos mesas largas y, en el lugar del escenario, vemos un bingo y un teclado sobre una tarima. Nos recibe el personal del local, llamado La Gola del Llop. De inmediato, nos ponen un vídeo que canta las maravillas del lugar donde estamos, que ya intuimos decadente y pasado de moda. Y pronto comprobaremos que hay cosas que no funcionan como deberían: el músico llega tarde, la cara de los empleados es de preocupación, las luces no consiguen estabilizarse...

Breu visita a la Gola del Llop es un espectáculo inmersivo en el que la participación de los espectadores es decisiva. Todos jugaremos, tendremos que marcar números en un cartón y, los que tengan suerte, cantarán línea o bingo. Pero más allá de eso, el público tendrá que entrar en el espectáculo en el sentido de que deberá creérselo, asumir que se encuentra en una realidad paralela. No hay sustos, pero sí que se cuenta una historia, la de Lourdes, clienta nonagenaria habitual que murió hace unos días, y que deberá ser lo suficientemente convincente para que la cosa funcione.

Por una vez, podemos decir que hemos visto un espectáculo no convencional

Y aquí es donde radica el principal problema del espectáculo del Colectivo Desasosiego, que abren muchos frentes y luego atan pocos cabos. Tenemos el juego en sí mismo, las desavenencias cómicas entre los trabajadores del bingo y el relato en torno a Lourdes. ¿Está entre nosotros? ¿Nos lo creemos? ¿O es que estamos todos muertos, en una especie de purgatorio sartreano donde los malos siempre son los otros?

A pesar de todo, la puesta en escena es bastante buena y la propuesta es muy interesante. Por una vez, podemos decir que hemos visto, a pesar de todo, un espectáculo no convencional, que se arriesga en las formas, que quiere integrar al espectador de verdad. Y solo por eso ya vale la pena una visita.