Camille Decourtye y Blaï Mateu han conseguido la'impossible: superar aquel 'Le sort du dedans' que ha marcado toda una generación de espectadores. Y superarlo con el más difícil todavía. Con más intérpretes en escena (ocho) y con más animales en la pista (dos caballos, un cuervo y cuatro periquitos). Con un show con música, danza, payasos, acrobacias, equilibrio y, sobre todo, una poética del espectáculo que es tan difícil de alcanzar como la verdad escénica.
De entrada, nos hipnotizan con aquello tan supuestamente tronado del circo de las entradas y salidas, de gente perdida que no sabe dónde está. Lo hemos visto mil veces y si se sabe hacer bien, no hay mejor inicio que este para poner al espectador en situación. Pero enseguida conocemos a los caballos Bonito y Shengo, majestuosos. Y Decourtye comenzará a cantar, con Mateu tocando una Telecaster arriba de una plataforma. Veremos como dos equilibristas se enzarzan en una pelea. Y como la bailarina Lali Ayguadé vuela como los pájaros. Decourtye tendrá miedo y llorará, para ejecutar una serie de acrobacias de una gran belleza, salto mortal incluido. Hasta los números de grupo, donde bailarines y acróbatas se miran a la cara y encuentran un mismo lenguaje, el cuerpo, que nos hará ver bestias en lugar de personas.
El número de Mateu con el cuervo es de lo más hilarante que he visto en un teatro en los últimos tiempos. Y es que este espectáculo artesano nos recuerda que las maravillas salen de nosotros, que los humanos somos capaces de construir imágenes preciosas, metáforas sublimes. Si añadimos el concurso de los animales, cómplices, amigos, la cosa puede llegar a 'Bèsties'. No habrán visto nada igual.