Las obras extraordinarias se parecen. Las que no, cada una flojea a su manera... 'Anna Karénina' que ha dirigido Carme Portaceli lo tiene todo para acercarse a lo sublime: un reparto de primera, un espacio sonoro (Jordi Collet) brillante, un diseño de vídeo (Joan Rodón) especial, y un texto de partida que, aún hoy, un siglo y medio después de que Lev Tolstoi lo publicara, llega hasta los rincones más recónditos de nuestra alma. ¿Qué falla? Pues muchas cosas. Y un ejemplo diáfano lo tenemos al final de la primera parte del montaje, cuando Vronski (Borja Espinosa), el amante de Anna Karénina, se suicida y falla: el público ríe. ¿Cómo es posible?
Parece que Portaceli haya dirigido la pieza con dos marchas diferentes, porque las actrices están soberbias, en especial Anna Karénina (Ariadna Gil) y Kitty (Míriam Moukhles) y los actores, en líneas generales, no acaban de encontrar su sitio. Además, la directora ha decidido colocar una especie de conciencia viva en el escenario (Andie Dushime) que hace a la vez de narradora y de marcador, subrayando las frases y los conceptos que los personajes expresan, por si el público se pierde, además de interactuar con ellos.
Parece que Portaceli haya dirigido la pieza con dos marchas distintas, porque las actrices están soberbias
El reto no era nada fácil. Porque la novela de Tolstoi es, seguramente, más grande que la vida. Hay mucha pasión y mucha muerte, hay familias infelices y alguna feliz, se mueve por muchos escenarios (Moscú, San Petersburgo, el campo, Italia...) y, a pesar de las tres horas de metraje, quizás no sea suficiente para seguir la evolución de los personajes, sobre todo en los casos de Vronski y Anna Karenina ¿Cómo es que él va perdiendo interés en la relación? ¿Por qué ella cae rendida a sus pies? ¿Cambia de opinión todo el rato? Todo es muy fugaz.
Portaceli adaptó 'Madame Bovary' con solo dos personajes (Emma y Charles Bovary) y una dramaturgia más creativa. Y el resultado fue mucho mejor. En 'Anna Karénina' ha querido abrazar toda la complejidad de la fuente y, en mi opinión, no lo ha logrado. Nos quedará una Ariadna Gil que hace un papel más que brillante. Si no me equivoco, es la primera vez que pisa la Sala Gran desde que, en 1997, hizo 'La gavina' con Josep Maria Flotats. Ha llovido mucho desde entonces, pero le van muy bien los rusos, a la actriz: nunca la olvidaremos como Elena en el 'Vania' de Àlex Rigola.
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