La dramaturgia que Guillem Jordi Graells se levanta sobre el inicio de 'Trabajos de amor perdidos', una comedia que respiraba aún los aires de la Comedia del Arte. El rey de Navarra y sus amigos, que han decidido apartarse del mundo y sus delicias, reciben la visita de la princesa de Francia y, mientras esperan la llegada de un documento, juegan a representar fragmentos de 'Los dos caballeros de Verona' y 'Mucho ruido y pocas nueces'. Teatro dentro del teatro, pues.
A pesar de estar bien cosido y el intento de preservar la apuesta, el texto sufre de esquematismo y falta de unidad. El gran acierto, por supuesto, es la figura del narrador que con su banquete de fregolismo sirve a una espléndida Laura Albert para brillar en medio de las grandes estrellas del teatro catalán, esposadas por un devenir que no les permite construir ni desarrollar los personajes. Y a fe que quien más lo consigue es Jordi Boixaderas, que no necesita más de un segundo, de un gesto, para definir y marcar su territorio.
El director, Josep Maria Mestres, abona la ligereza de este intrascendente artificio con oficio pero sin ir a fondo con una comicidad que brota menos de lo deseable y por ello el conjunto de la función se convierte en algo aburrido.