Digerir la ausencia de alguien que ha sido importante es de las cosas más difíciles de la vida, porque, al final, los que quedan deben salir adelante con el recuerdo y con la certeza de que los muertos no resucitan. Este es un tema que no es nuevo para Llàtzer García, pero hasta ahora no había hecho frente con la profundidad y la potencia de 'Al final, las visions', una pieza que nos sitúa en el campo, cerca de Girona, donde una pareja joven, Sara y Adri (Elena Tarrats y Joan Marmaneu), se acaba de instalar en una casa, vecina de otra donde vive Àlex (Joan Carreras).
La obra comienza con el monólogo de Marc (Xavi Sáez), quien nos cuenta que ha tenido un sueño que se repite cada noche. Sueña con ellos. Pero en los primeros compases no saben ni quién es el personaje que acaba de hacernos una confesión ni de quién está hablando. Pronto encontraremos a Sara que intenta iniciar una conversación con Àlex, pero ya se ve que él no quiere hablar demasiado. Los vecinos se van conociendo, cenan juntos y, una noche de insomnio, ella le ve casi desnudo, parado frente a su casa, contemplando la ventana de la habitación donde duermen.
Llàtzer García juega con la tensión dramática de forma magistral
Está claro que ocurre algo, que hay un misterio, unos hechos y unos comportamientos inexplicables. García juega con la tensión dramática de forma magistral. Nos irá revelando la historia pasada que nos haga entender el presente poco a poco. Hasta que llega Marc con una mecha corta para encenderlo todo y acelerar la acción.
La clave de todo ello, del drama, se encuentra en unas interpretaciones llenas de detalles por parte de Carreras y Sáez. Y en cómo el autor y director les va dando coba. La batalla dialéctica que mantienen en el último tramo de la función es de traca, porque ambos intentan responder a la pregunta: ¿qué podemos hacer cuando la gente que amas se va? Veinte años después están casi en el mismo sitio, pero han llegado por vías totalmente diferentes. Una gran tragedia, sin lección alguna.
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