Hacía muchos años, quizás desde Desaparecer de Calixto Bieito en el Romea (2011), que no veíamos en Barcelona un espectáculo tan excitante como A Macbeth song de Oriol Broggi. Y es curioso que ambos espectáculos estén conectados por la atmósfera de Edgar Allan Poe. Porque si el primero reconstruía los cuentos más célebres del autor estadounidense con el protagonismo invaluable de Maika Makovski, el de La Perla 29, a pesar de abordar el Macbeth de Shakespeare, desprende los claroscuros, el misterio, de Poe. Y esto gracias a tres músicos extraordinarios, Martyn Jacques, Budi Butenop y Adrian Stout (The Tiger Lillies), que llevan el peso de la función e insuflan un aire de cabaret expresionista y decadente a la propuesta de Broggi.
La cuestión es que no vamos a la Biblioteca de Catalunya a ver otro Macbeth, sino una especie de alegoría del clásico en la que tres actores (Andrew Tarbet, Enric Cambray y Màrcia Cisteró) interpretan en inglés (con subtítulos en catalán) todos los personajes principales de la obra mientras The Tiger Lillies, las brujas visionarias, observan la acción con la sorna de quienes saben todo lo que sucederá. Ellas predijeron muerte y habrá muerte, dijeron que el bosque de Birnam se movería y se moverá. Duncan, Macbeth, Banquo, Macduff, Lady Macbeth... todos son marionetas a merced de las hechiceras.
Es un híbrido del que Broggi saca provecho
A Macbeth song se acerca más al concierto teatralizado que al montaje convencional, pero no es ni una cosa ni la otra. Es un híbrido del que Broggi saca provecho. Incluso cuando parece que la alternancia entre canciones y texto nos va a resultar monótona, o cuando podemos llegar a pensar que los tres intérpretes sobran, introduce metateatralidad en la función y un poco de humor. Hay un momento muy bueno en el que Cambray tiene que hacer de Macduff (noble escocés) y, de repente, le suelta a Tarbet: "¿Quién demonios es este Macduff?". El actor se rebela, porque quiere ponerse en la piel de Macbeth, a pesar de reconocer que el inglés de su compañero, estadounidense de origen, es mejor que el suyo.
Broggi ha sabido encontrar el tono justo y ha hecho una dramaturgia muy fina. No nos perderemos ninguno de los monólogos célebres de una obra que tiene pasajes de extraordinario valor literario y filosófico. Porque al final, como dice el noble asesino escocés, no somos más que personajes de una mala comedia, al servicio de un poder maligno que nos lleva por donde quiere. Las brujas lo saben y no pueden dejar de reír.
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