Aunque su situación –en una arteria turística– al primer vistazo provoca rechazo, los pintxos del Txirimiri son de primera. Íñigo Albizu hace más de diez años que se dedica y quien quiera disfrutarlo, sin practicar el innoble deporte de levantar el codo, haría bien en acercarse aquí hacia las 12.30 h y a las 20.30, los dos momentos en los que llena una barra corta, pero muy sabrosa, con una cincuentena larga de variedades. En caliente, la chistorra reina, combinada con huevo de codorniz, por ejemplo. En frío, os recomendamos un exquisito pudin de puerro y gamba. Albizu, vasco de pura cepa, abomina la costumbre, impuesta por el turismo, de pagar contando los palillos, pero se ha resignado. «En el País Vasco, es una cuestión de confianza», dice.
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