De pequeño, el gran dolor de cabeza de las abuelas eran las sectas: "Niño, si vas de excursión a Barcelona, vigila con los Hare Krishna". En el templo Iskon –discreto portal de madera en la Plaça Reial– hay un comedor abierto a todo el mundo, que esquiva el kitsch new age (suena 'Tattva' de Kula Shaker!) por la desnudez y la sencilla calidad de la oferta: bufete de ensaladas, sopa –buenísima la de coliflor picante– y segundos a base de currys y hamburguesas vegetarianas. Por ocho euros os podéis confeccionar un plato combinado –postres incluidos– abundante y benévolo. Ahora, la paz de Krishna es impagable.
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