La peripecia de la taberna Ficus merecería una novelita: un matemático y una licenciada en audiovisuales abren un estudio de grabación y productora, y a la vez compran el pequeño restaurante de enfrente del negocio. La industria musical va a la baja, pero la comida cotiza al alza: cada fin de semana, cuando cierran el estudio, la taberna Ficus ofrece platos de pasta casera que hacen ellos mismos-rigatonis rellenos de longaniza fresca de Térmens y guisantes del Maresme, por poner un ejemplo - y de cocina mediterránea bien entendida, con coques, platillos y arroces. Todo es casero y hecho por ellos.
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