El otro local 'importante' de la Barcelona literaria actual es Casa Agustí. Los imparables Sebastià Alzamora, Hèctor Bofill, Manuel Forcano, Txema Martínez Inglés y compañía comían a menudo, quizá acompañados de Enric Sòria o Sam Abrams. Quizás algún día podríamos hacer una comparación semiótica entre este restaurante y el de Gracia, entre el mundo 'castellano' y el 'catalán'. Y en medio poner el Quimet y Quimet y el Rafael, síntesis joven de aquellos dos universos que parecían tan distintos y separados, pero que ahora se mezclan con una naturalidad corriente. Otra prueba es el nido de los poetas de Barcelona, L'Horiginal. Aquí sentiremos recitar en un idioma u otro sin que nadie monte una guerra civil. Las copas no demasiado caras y, este sí, pone cara de casa de escritores. Son de ahora, sin embargo, y no hay ninguna nostalgia al alcance. Dentro de 20 años, cuando Josep Pedrals tenga la gemelos en la universidad y Francesc Garriga, una estatua delante del bar, tal vez las Deux Magots será el 'chino' de la Rive Gauche. Y, citando una novela de David Castillo, no miraremos atrás.
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