Este local está cerrado.
El Pa i Trago ha pasado de taberna típica, tal com dice su rótulo, a taberna exótica. Ahora, en este mundo aliñado de vinagre de Módena y entrantes de mango, una tiene que hacer memoria para recordar qué eran y qué sabor tenían unos postres de músico acompañados de un vasito de moscatel.
La familia que lleva este restaurante están en esta esquina de Parlament desde 1965. Desde entonces, a pesar de las ampliaciones, ni la decoración ni la carta han cambiado demasiado. Cuelgan, de las paredes de esta taberna, recuerdos de las devociones de esta familia, fotografías de cantantes de ópera y cuadros conmemorativos del Barça. “Somos muy del Barça”, dice orgullosa Marta, nieta de los fundadores. Pertenecen a un tiempo y a una Barcelona, pienso yo, de centros excursionistas, grupos folclóricos y no sé cuántas cosas más que no sabemos ni pronunciar.
Del Pa i Trago, todavía no han desaparecido sus primeros clientes que siguen fieles después de los años. Son el grupo de jubilados que madrugan cada día para ejercer su nombre desoficio y vienen al restaurante para tomarse una 'barreja', el famoso combinado de medio vaso de anís y medio de moscatel.
Marta lo dice bien claro, comer en el Pa i Trago “es como si fuérais a comer a casa de la yaya”. Leyendo la carta, no hay duda. Ternera con setas, bacalao del hostal, que es el de la casa con tomate y judías, fricandó, tripa. ¿Quién cocina ya estos platos? ¿Y quién los escribe ya con estos nombres que parecen de otro mundo? Hay uno, la Reoca de marisco, para hartarse de cáscaras hasta reventar. Como una abuela que malcría a su nieto, los buenos clientes del Pa i Trago saben cuáles son los platos que se encontrarán cada día de la semana.
El martes, pies de cerdo; miércoles, escudella; jueves, paella y viernes, langostinos. A mediodía ofrecen menú y carta, y por la noche, solo carta para perderse en la abundancia. Los postres existen arrancados de otro mundo. Encontraremos la crema catalana de la casa, el pastel borracho, flan y el músico que se convierte en un homenaje a un país del fruto seco.