Qué lugar más extraño. Sentado en una de las mesas redondas, miraba en panorámica del lugar y pensaba que mi vida disoluta me había llevado a las Calderas de Pedro Botero. El Òpera Samfaina es el subsuelo o en el infierno del Liceu, pero si el local lo hubieran instalado en el parque de atracciones del Tibidabo, todo el mundo lo encontraría normal. Es más, mientras pinchaba una patata brava, tenía la sensación de que en cualquier momento aparecería el tren de la bruja y debería salir a golpe de escoba hacia la salida sin poder probar uno de los helados 'rocambolescos'.
Pero, ¿qué demonios es el Òpera Samfaina? Jordi Armengol, su director, dice que es un gran mercado gastronómico. Un viaje por la cultura gastronómica de Cataluña en el que, por especialidades, puedes probar los mejores quesos, los mejor embutidos, los mejores dulces, los mejores vinos, las mejores tapas preparadas por Nando Jubany, Albert Adrià, los Roca y Carles Abellán. Tiene razón, Armengol. Todo el mundo alucina con el espacio y murales tridimensionales como 'El jardín de la abundancia', aunque si te fumas un peta, alucinarás mucho más y en colores.
Annette Abstoss es la directora gastronómica y habla de cocineros y de productos. Veremos hasta donde llega la magia entre los cocineros, los productos y la estética de Franc Aleu, el director de aquel documental llamado 'El sueño', que mostraba los mundos sensoriales de los hermanos Roca. Todo es muy gaudiniano en el Òpera Samfaina y Gaudí murió atropellado por un tranvía. Cuando comes, tus brazos se amalgaman con las filmaciones que emplean la mesa como pantalla, y reconozco que más de una vez confundí una imagen con una mosca y la aparté como un loco. No veo mucho.
Como ocurre con cualquier espacio gastronómico, todo dependerá de la calidad de la comida y de tener claro el objetivo del negocio. La cordura y el arrebato no siempre casan.
Probé el mollete de Albert Adrià, el fricandó de carpaccio de ternera de Nando Jubany, un queso de romero, unas bravas, una ensaladilla rusa, un bull negro, un paté, medio bikini de sobrasada, miel y queso y un sorbete de coco, todo a escala 1000/50, y para destilar la mezcla, utilicé Cava Gramona y un vino tinto de Escala Dei. Todo muy correctamente cotidiano, aunque no ligue masa con el barroquismo del espacio.