En el bote pequeño está la buena confitura. En Sants, también. María, malagueña, y Ezequiel, italoargentino, transformaron hace unos años un minúsculo local con cocina a la vista y pocas mesas en un restaurante imprescindible en el barrio. Producto fresco y de proximidad preparado con minuciosidad y amor. La doble nacionalidad del establecimiento se refleja en su oferta: bacalao al ajo quemado junto a ñoquis con azafrán, gamba roja y erizo. Ezequiel, que pasó por Rías de Galicia y Espai Kru, tiene la mano rota con el pescado y el marisco. Excelente pan elaborado con demasiada madre de Francia. Carta de vinos breve, pero muy interesante. El postre es extraordinario: hacen el mejor tiramisú del distrito.
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