Hemos descubierto una sorpresa muy agradable en el Born. Este espacio gastronómico comenzó, humildemente, como una buena charcutería bodega, para sentarse a degustar un buen vino y excelentes embutidos ibéricos. Ahora, con Ferran Bofarull al frente de la cocina y Marcos Eiras en la sala, es un punto de referencia para los que les gusta la cocina de siempre con algunas incursiones en la modernidad y el buen gusto. El servicio es muy acogedor y sorprende por su amabilidad y eficiencia.
Dicho esto, la cocina no desentona. Encontramos una carta muy sabrosa, donde se combinan platos tradicionales, como un lechón excelentemente preparado o propuestas más osadas, como un mar y montaña de calamares de potera y papada de cerdo ibérico con un acompañamiento de cremoso de arroz negro. Son dos de los platos estandartes de este espacio acogedor, bien iluminado, con buena música, decoración muy agradable y rica en detalles de buen gusto.
En Marcos, que muchas veces para romper el hielo descarga algún relato a modo de los viejos trovadores, aconseja muy bien y tiene un gran ojo clínico para recomendar según la personalidad que percibe rápidamente en sus comensales. Dado que es un restaurante 'de pintores' (sus paredes están siempre bien vestidas de buenas obras de arte), fuimos acompañados de una pintora, María Helguera, que hizo de cicerone.
La noche de nuestra visita probamos las sardinas marinadas con concassé de tomate sobre lecho de cebolla dulce como entrante y quisimos probar el tartar de salmón salvaje (en sirven cuando hay en el mercado) y otro de atún con huevos de truchas y piñones tostados, el mi-cuit de hígado de pato hecho en casa con membrillo y pistacho y un pichón lacado con su jugo y arroz cremoso de cepas. Estos dos últimos eran soberbios.
Los postres son un auténtico festival, sobre todo un arroz con leche de coco, acompañado de mermelada de naranja o, el día de nuestra visita, crema inglesa. Sublime. Un buen entorno, muy buena música con un volumen correcto y sobre todo la posibilidad de casar esta excelente cocina de Ferran con unos vinos bien seleccionados -en una carta de unas 80 referencias, de pequeñas bodegas de producción limitada, y algunos de sorprendentes- acaban de remachar el clavo.
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