El Mont Bar es un bar esquinero, en el Eixample Izquierdo. Formalmente, en Barcelona no se puede ser más bar que esto. Su propietario, Ivan Castro, con un 'background' familiar de hostelería en el Valle de Arán, consiguió que fuera una de las barras más codiciadas por los codos de buena comer de la ciudad. Elocuente como él solo, en un tuit define el alma del lugar: "Comes platos de alta cocina y técnica en un bar de 30 m², con buena musiquita de fondo. Y si quieres salir a fumar, sales, y si quieres gritar, gritas. Esto es lo que le gusta a la gente".
Y eso es lo que hace singular el Mont Bar: tener cocina creativa de altos vuelos -con inspiración y riesgo, a cargo de xef Fran Agudo, ex-Tickets- en un bar. Que es un bar de verdad! (y no un simulacro dentro de un restaurante). Una de las obsesiones de Castro es demostrar que "se puede hacer una cocina igual de buena y divertida que en un gastronómico, pero con un servicio dinámico, divertido".
Lo que diferencia el Mont de los 'gastrobares' -etiqueta de la cual abominan- es que, aparte de usar un producto fabuloso, se complican mucho -y subrayad mucho- la vida con las recetas. La carta son unas 25 pasos que se pueden mirar descontextualizados, o configurar con ellos un menú degustación alucinante. Y la carta ha dado un salto tan ambicioso, que por momentos tengo la sensación de que este es el bar más restaurante que he visitado nunca. Platos de enunciado sencillo en teoría –'espardeñas' a la carbonara, ventresca de atún con piñones– son de una inspiración y originalidad desarmantes, como salidas de las cocinas de los grandes restaurantes. Y de hecho eso es lo que es el Mont Bar.
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