Fundado en 1835, es un restaurante y casi también un museo de Barcelona si nos fijamos en la cantidad de fotos que cuelgan de las paredes y que, de alguna manera, son un particular resumen de la historia contemporánea de la ciudad. Con su conocida fachada desde donde se pueden ver pollos asados cociéndose, este es lugar de esqueixada, canelones, paella de bacalao con verduras, cabrito al horno, croquetas, suquet y caracoles, claro, que es el plato emblema de la casa. No os vayáis sin probar sus caracoles especiales. Incluyendo postres como el pijama, sorbetes variados o los profiteroles con chocolate, te puede entrar una bonita nostalgia vintage, hacia un pasado que poco a poco se va extinguiendo.
Time Out dice
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