En la jungla de la pizza -la comida más salvajemente globalizada- un horno de leña ya no es garantía de nada (de hecho, algunas de las mejores de la ciudad no utilizan, y hay trampas de turistas infames donde cuando entras te cae encima). En Le Romane –su propietario, Renato Letizia, copropietario con Loredana Pettirossi, tiene colgado el diploma de pizzaiolo– no tienen, y ni falta que hace. Su hecho diferencial es una pizza cuadrada, que siempre se puede pedir en dos sabores, porque va cortada en rectángulos.
Y el menú de mediodía es de los buenos (de hecho, es de la variedad carta encubierta: 11,90 euros o versión 14,90 euros, con platos de carta 100% italianos, como osobuco o conejo a la cazadora). ¿Pasa el corte, la pizza al ídem? Con creces. Las burbujas de la masa y el alveolado interior no mienten, es crujiente cuando se mastica y ligera en la barriga (cuatro días de fermentación). La de 'guanciale' -embutido ahumado de carrillera de cerdo, no es vulgar bacon– tiene un punto fantástico, con la cremosidad firme de la base y el tostado de pecorino y 'guanciale' encima. No redefinen la pizza, pero añadidlo a la lista de pizzas fiables, que no es poco.