En conocimiento gastronómico, aquí sufrimos una disfunción curiosa. Si entráis en según qué restaurante asiático, el personal os podrá glosar la diferencia entre 'ramen' y 'pho' (y seguro que también entre un café 'aeropress' y uno 'kalita'). Ahora bien, pregúntales por la diferencia entre 'rillette' y foie, a ver qué. La cocina francesa es aún muy desconocida en nuestro país (quizás por aquel desprecio a quien tanto se nos parece). Sobre todo en la vertiente popular.
¿Entramos en vías de normalización? Le Bistrot de Pierrot, nuevo, es un más que recomendable ejemplo de clásico popular francés que lo intentará. Está en una esquina necesitada de puestos de verdad: el Gòtic, rozando la Via Laietana. Su propietario, Pierre Verchére -de Lyon, capital gastronómica francesa, y patria de la comida exquisita y la cocina con manteca- explica que "siempre había querido abrir un restaurante". "Y después de cinco años aquí trabajando en una multinacional, no dudé en hacerlo cuando tuve el dinero".
Sí, Lyon tiene la famosa categoría de los 'bouchons' -el restaurante típico, tiene DO-, pero Verchére ha querido combinar "la influencia de casa con especialidades de todas las zonas de Francia, para que la gente descubra la comida de Lyon pero también el los Alpes, del suroeste ... ". Los grandes éxitos del bistrot reunidos, vaya. Me tropecé con el Pierrot por casualidad, y al cabo de cinco minutos de sentarse –leyendo una carta francesa, escuchando a cocineros y clientes franceses– tuve la sensación de que había acertado (Verchére destaca que la gente " no viene a comer por francés, sino porque consideran que somos un restaurante de barrio en el centro ").
La fórmula 'midi' -primer y segundo, o segundo y postre, 12,90 euros, o 14,90 euros todo incluido- me permitió disfrutar de una sopa de cebolla gratinada de aquellas que deberían inyectar el CAP contra la gripe, y de un entrecot de vaca vieja grueso, bueno, bien sellado, de los que hacen salsa de carne para mojar pan. Y una copa de vino biodinámico de Cahors excelente. Verchére destaca otras especialidades en carta y menú: una 'rillette' de pato de la casa -ellos hacen el confite y lo trituran hasta conseguir esta deliciosa pasta de guisado con manteca, inexistente en las tiendas delicatessens barcelonesas-, y una 'tartiflette' -gratinat de Saboya con patatas, queso reblochon y llardons-, tártaro de buey y raviolis del Delfinado, con queso fresco y comté.
En carta, lo hacen sencillo: cinco pica-picas, cinco entrantes, cinco segundos y cinco postres. Este es un lugar para comer en serio y bien, sin gilipolleces. Id.
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