La Terraza del Claris, más que un restaurante de hotel, es un seguro de vida para las citas románticas y con vistas: una terraza abierta todos los días del año, climatizada en invierno, refrescante en verano, y con una panorámica despampanante de la ciudad.
Ahora bien, el nivel gastronómico se corresponde con la excelencia del emplazamiento: aquí solo se toca producto máximo vehiculado en recetas tradicionales de principales y tapas con un empuje creativo. Nadie puede poner pegas a platos como croquetas melosas de cola de buey, una ensalada rusa con botarga o un risotto de erizos con anguila ahumada y piñones.