La Taverna del Ciri ya no es esa fonda con menú de mediodía económico que abrieron Artur Martínez y Marc Ribas en 2013, pero tampoco ha traicionado el espíritu inicial. Ribas, propietario único ahora, apunta a la cocina de fonda en versión ultralocal y gama alta: apuestan por los vinos de Km0. No hay gintónics ni combinados, sino digestivos catalanes centenarios, como la ratafia, y vinos producidos a 20 km del restaurante.
Como dice el chef más mediático de Catalunya, "hago otras cosas, pero la Taverna del Ciri es mi guerra". Esto significa que el Ciri es su apuesta personal por la cocina del territorio, vehiculada a través de platos con innovaciones que salen un poco del patrón musical catalán pero que vuelven siempre vuelto al ritmo ancestral. Y siempre con una trazabilidad de producto cercano modélica. Por ejemplo, unos macarrones rellenos de chanfaina con crema de orégano y queso Ermesenda, o un bikini de Bikini de capipota y apio nabo con mayonesa de raifort. Pero también os esperan albóndigas o pollo de asado, siempre con un toque creativo y diferencial brutal.