La Sínia (CERRADO)

este local está cerrado La calle Banyoles es la Gràcia profunda, la Gràcia del este, recóndita, fuera de las rutas. Sólo hay un cobijo: justo en medio, en el lado de montaña, hay una lucecita cálida que dice "entrad, entrad". Es el bar La Sínia, el primer local que regenta Lucas Quejido, camarero curtido en mil batallas.

Lucas comenzó tras una barra en 1997 en la Aurora –¡buen bautizo!–, luego, en el Dot de Nou de Sant Francesc cogió el ritmo, en el Salón aprendió los rudimentos de la cocina y en el Opaq ya empezó a poder servir copas y a abrir botellas con los ojos cerrados. En el Mingus aprendió a tirar la caña, en el Ginger, Juanjo el Guapo le enseñó los cócteles de aperitivo y el señor Eduard –del recientemente desaparecido Gin Fizz– le dio dos clases magistrales sobre el arte de la coctelería que siempre le agradecerá. Con La Sínia, Lucas ha querido regentar, por primera vez, su local.

Ha puesto todo el amor que siente por las bebidas y la nocturnidad y toda la mili de tantos años tras las barras. La Sínia es un nido de madera a medio encender, un lugar donde conspirar en buena compañía y degustar, por ejemplo, un amaretto sour (cuatro dedos de ámbar y guinda donde el limón y la almendra casan a la perfección), un Ramazzotti (vermut de primera) o una ensaladilla melosísima.

La cerveza merece una mención a parte: Mahou de barril con aquella espuma cremosa que crea adicción, sobre todo si te la sirven tan bien como lo hace Lucas, en dos tiempos. La clientela es de la farándula (Lucas es cantante: en lucasquejido.bandcamp.com se le puede escuchar) y del barrio. En los altavoces, la mejor música negra. Entre una cosa y otra, La Sínia tiene todos los números para convertirse en el nuevo templo de la priva de la Gràcia levantina.