Tras el éxito sideral del 'reboot' de Mantequerías Pirenaicas como taberna gastronómica del 'upper', y convertida en punto de peregrinación mundial gracias a sus tortillas, Miguel Puchol en junio de 2024 reabrió un restaurante de cocina catalana sección neofonda (sin menú, todo a la carta). Donde estuvo la Taverna la Llesca, clásico de la carne a la brasa, la Fonda de Pirenaicas se constituye como punto de mojar pan de primera magnitud, con una oferta muy similar a la de la casa madre pero decantada más hacia el platillo catalán y a la cocina popular.
Aquí la cosa va de tapas muy bien hechas–¡qué buena la croqueta de pato Pekín y la ensaladilla rusa!–, guisos y platillo catalán hechos con una enorme solvencia y toques gourmets. Al frente de la cocina se encuentra Alberto Soriano, que durante 9 años fue el responsable de la de Mantequerías. Y la verdad es que es bien reconocible su espíritu hedonista, presente en platos que tienen pequeños giros de guion respecto a los de la cocina de la abuela, que lo que hacen es aumentar su suculencia.
Véanse unos fideos en la cazuela, equipados con un guiso de lagarto ibérico magnífico, o unos macarrones gratinados que llevan pecorino entre la pasta fina. Y nos quitamos el sombrero ante un arroz cremoso con parmesano y calabaza, que cruje con el contraste del guanciale, carita de cerdo aquí tostada. Las raciones son grandes, ideales para compartir, la calidad-precio óptima, y han tenido el acierto de mantener los aires de fonda de Gràcia de toda la vida.