En un local acogedor de dimensiones humanas (44 comensales), Kumihö ofrece una carta muy cuidada de platos cantoneses, con alguna receta vietnamita, malasia o tailandesa. ¿Por qué digo cuidada? Por la calidad del producto (fresco y de proximidad), por la exactitud de las cocciones (que permite distinguir cada uno de los ingredientes), por la imaginación en la elaboración de los diecisiete platos que ofrecen (grandes hallazgos). Las masas y las salsas las hacen ellos mismos a partir de materia prima, así potencian los gustos del que cocinan. Podemos encontrar unos 'wantons' de pie de cerdo, hechos al vapor, que querría repetir. O un 'chop suey de verduras crujientes con un calamar tierno.
El pato lo hacen a baja temperatura y después lo tuestan: perfecta la combinación de carne mantecosa y creo-creo de la piel, con una salsa de soja fermentada con ciruela que le corresponde. El curry verde de pollo de corral y carne de coco joven (especiado sutilmente con lemongrass, lima 'kaffir' y albahaca tailandesa anisada), se come a cucharadas y tiene el punto perfecto de picante. De las tres postres ideadas por Chemi, uno de los cocineros, podemos terminar la comida, por ejemplo, con un trago de leche y agua de coco, y un toque de nata que enamora.
El servicio, que coordina Laura, la encargada, es muy atento y sabe aconsejarte y responder todas las dudas. Un cúmulo de aciertos, Kumihö: para chuparse los dedos.