Es la última incorporación en el mapa de restaurantes chinos-chinos de la ciudad. La familia Qiu transformó un antiguo restaurante gallego en un auténtico templo de los jiaozi y los platos regionales del noreste de China, como las mollejas picantes de gallina. Y a pesar de llevar sólo un año abierto, ya se ha convertido en un clásico instantáneo. Entre sus fans, Albert Adrià.
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