Me recibe una pizarra con seis cervezas artesanas, cinco de ellas catalanas. Es el veneno oficial de Il Birrino, un pequeño espacio que desconcierta, porque junto a la lista de birras hay otra pizarra con pasta y entrantes. ¿Cerveza artesana y puttanesca? ¿Dónde tengo que apuntar? De un espacio minúsculo, junto a la barra, sale Emanuele de Angelis: italiano, atento y con una destreza increíble para moverse en la caja de cerillas de la cocina. Ha conseguido que Il Birrino sea un híbrido perfecto de cervecería artesanal y restaurante italiano casero.
Te puedes quedar 20 minutos o dos horas, pero volverás. Primero, porque la selección de birras en rotación, aunque corta, es impecable y está adaptada a diferentes paladares. Segundo, porque el lugar es auténtico: decoración reciclada y hervor humano. Y tercero, porque Emanuele es uno de los mejores cocineros que se han cruzado en mi camino. Tiene buena mano con los guisos de la 'nonna' y es un maestro de la pasta: la fabrica delante de las narices del cliente y la prepara con conocimiento de causa (increibles espaguetis con vodka, rematados en las entrañas de un queso parmesano gigante). A Il Birrino sólo se le puede hacer un reproche: te mortificarás por no haberlo descubierto antes.
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