"Abrirse a la gente del barrio". Este propósito –y el de ofrecer un "modelo de turismo sostenible, tienen 20 habitaciones– son palabras de manual de dirección de hotel de la Barcelona post-Fòrum. Pero en el Hotel Brummell –en zona poco colonizada de Poble Sec– no parecen impostadas. Empezando por un restaurante, el Brummell Kitchen, que más que abrirse al paseante parece que lo quiera aspirar: toda la planta baja (comedor, terraza interior, bar de copas) llama al no residente y en sus dependencias se hace de todo, desde reuniones de cooperativas eco hasta exposiciones de arte moderno. Y sobre todo: los chicos del restaurante Palo Cortao -los 'cordovesocatalans' Fede Salmón y Bernardo Montenegro-, altos responsables de la 'molletitzación' (de mollete) barcelonesa, se ocupan de la cocina. "Somos como un pueblo", ríe Fede, "estamos esperando que venga la gente para mover el negocio, y cuando vienen dos días después nos quejamos". Hombre, no todos los negocios dedicados al turismo son tan inclusivos y amables como el Brummell. Bernardo explica que en el hotel "todo es pequeño, arreglado y insonorizado". Y añade: "Sin perder la esencia andaluza y catalana, queremos recibir un público amplio". Hacen equilibrios entre la cocina de su casa y lo que se espera un turista. Vale la pena pasar a cualquier hora: de día, hay un menú (12,5 €, sopa, crema o ensalada, plato del día, bebida y postre) excelente, ensaladas y bocadillos. De noche, tapas marca de la casa, pero sobre todo, con los
¿Un turista plantado es un payés? ¿Puede volver a payés aquel que ha sido un turista? Con estas palabras proféticas en 2004, el artista Perejaume celebraba la Mercè, la fiesta de la patrona de Barcelona. Esta misma pregunta se hacen en el Hotel Brummell, en la parte más recóndita –y poco turistitzada– del Poble-sec.