De vez en cuando, hay restaurantes que en el mismo momento que abren, piensas: este será un clásico. A partir de la osamenta del histórico Café Torino de la calle Escudellers, el chef Albert Ventura (Coure) propone una cocina abierta todo el día que tanto permite hacer unas tapitas de aperitivo como una cena de alto copete. El local es una preciosidad modernista: con una larga y preciosa barra de mármol como eje vertebrador y un pequeño piso de arriba, embelesan su puerta vidriada, espejos y marquetería.
El abanico de la oferta gastronómica va desde unas croquetas de pollo realmente buenas (es un gusto encontrarse la bestia deshilachada y que el rebozado sea como zamparse tiene una cordillera crujiente) o unos buñuelos de bacalao primos hermanos de los del Hispania (¡poca broma!), a un arroz negro, un filete al punto tierno y sabroso, con el acierto de la calabaza de acompañamiento, o una raya con mantequilla, espinacas y alcaparras que te alegra el día y la semana.
Ojo, que si no miras los precios y pides a todo trapo, puedes quedarte un poco tieso con el tique. El menú de 15 euros es una excelente opción para dejarse cautivar por Thonet.