El término 'gastrobar' da miedo. Es sentirlo e imaginar platillos de comida a menudo buena (o no), a 7,50 € dos croquetas. El Granatt es de los 'gastrobares' que molan: en realidad, estamos hablando de una casa de comidas joven. De hecho nadie me dijo que fuera un 'gastrobar', pero para la madera nórdica y la carta clavada en una tableta de encuesta me montar la historia. Pero no: el cartel dice Granatt Bar.
Resguardado en una esquina de la Gracia tranquila -justo delante de la preciosa Casa del diablo-, el Granatt es propiedad de Silvia Ros. "La granada simboliza la abundancia", dice -ahora es temporada, por cierto, y a fe que los platos rebosantes de aquí lo son. El cocinero es Jairo Balcázar, un joven formado en la ESHOB y con experiencia en el Almanaque de Sergio Ruiz (Vía Véneto, Enoteca). Han abierto hace poco, y han cogido carrerilla con el asesoramiento de Joan Lleixà, ex-Celler de Can Roca.
Cocina de la abuela? Balcázar tiene una de ecuatoriana, la otra es mexicana. "Yo hago cocina catalana, soy español, vine aquí de pequeño. Ahora, las influencias mexicanas y ecuatoriana están, claro", explica. Se manifiesta en uno de los platos estrella de la carta: el Viaje a México (8,50 €), un brutal entrante que podría ser plato único; un tazón enorme de guacamole puro, bien hecho, con toque de granada, que añade un toque más ácido y dulce. Y que se unta sobre 'tostas mexicanas' y 'cochinita pibil' de cerdo ibérico, que no ha sido asada bajo tierra con hojas de plátano, pero sí hecha a fuego lento durante diez horas. Como buen practicante de la cocina de la abuela, "la filosofía de la casa es que la gente coma cosas de su infancia, con algún toque diferente", dice el cocinero. Balcázar trabajó de supervisor a una cafetería norteamericana, de las de café enclenque a precios absurdos. Aquí es al revés: en su menú de mediodía (11,90 €) abundan platos de guiso en ración XL, como un muy buen estofado de ternera y patata -como el de la abuela, bueno y denso, sin sorpresas - o el capipota, que cada vez cuesta más encontrar en menú de mediodía.
Más éxitos de carta: un pulpo a la brasa, bien tierno que se redime de la moda por unos filetes crujientes de 'ají' suave, y un buenísimo puré Parmentier ahumado (12 €), y una 'torrija' que es garganta pura. Y sí, hay concesiones a lo que encontrará los 'gastrobares', pero en tamaño respetable: como un delicioso tataki de atún, o un bistec tártaro. Por la noche, en consonancia con el espíritu graciense, hacen de todo: maridajes de vino y arroz -el negro a la brasa, con sepionets, carpaccio de pulpo y marisco, promet- y presentaciones de libros y recitales de poesía. Quizá no cambiarán el curso de la historia de la cocina, pero qué demonios, aquí se come mucho y bien.