Justo frente al mercado de Sant Gervasi, en el corazón del Putxet, encontramos este "híbrido de bodega de mesa alta y bistró", en palabras de su propietario, Ricard Torres, empresario de hostelería con toda una vida de experiencia en grupos de restauración (17 años en Tragaluz, por ejemplo). Garum es la idea que tenía Torres de hacer un restaurante con un toque personal, pensado para el vecino del barrio. Y donde antes había un garaje, ahora está este restaurante de cocina catalana, abierto a finales de 2024, que se mueve con mucha solvencia entre el bar de vinos –tienen 200 botellas a precio de tienda, con un pequeño suplemento por descorche–, la cocina de platillo, el bar de tapas y vermut y el menú de mediodía.
Lo probamos con algo tan amortizado como una croqueta: hacen una de fricandó y no hay trampa. Preparan una cazuela de guiso, la enfrían, la cortan con bechamel y la rebozan. Buenísima. Igual que los buñuelos de bacalao, donde se nota el pescado desmigado. Los platos calientes y los guisos valen mucho la pena, ya sea un curri de pollo al estilo tailandés –con muslo de pollo de payés deshuesado– o recetas que la rueda de las modas aún no ha olvidado del todo: un sabroso atún en escabeche con setas de temporada, por ejemplo. De hecho, aquí encontramos ese doble anclaje donde conviven, sin estridencias, un panini de pastrami con un plato de samfaina. El menú de mediodía es generoso: a un precio asequible, permite combinar un entrante y un plato principal de la carta.