Por suerte, cada vez es más habitual que los hoteles de lujo hagan bandera de la gastronomía catalana (en lugar de ofrecer una retahíla de ensaladas césar y club sándwiches de alto standing o de fusiones internacionales). Y en el restaurante Fauna lo hacen de una forma modélica. Al frente encontramos al chef Jordi Delfa, un cocinero con mucha mili y una personalidad potente. Como dice él mismo, "no soy de los de hacer tártaros en serie, pero tampoco deconstrucciones y espumas".
Ha optado por una tercera vía llena de carácter: poner en contexto de un cinco estrellas una cocina catalana modernizada, con platos tan válidos para enseñar al turista qué se come en Barcelona –sin adulteraciones ni populismo– como para el local que quiera comer bien y catalán en el centro del mogollón turístico. Claro que venga de donde venga, nadie puede poner pegas a un fricandó de presa ibérica con camagrocs, o a un crujiente de pies de cerdo con judías de Santa Pau, butifarra de perol y cigalas. Ninguna concesión internacional, todo ultra-local, con cocciones precisas y productos que te estallan con alegría en la boca, como una sobrasada con miel hecha al momento. El restaurante es íntimo, acogedor y con buena parte de la cocina a la vista: en las antípodas de los comedores gigantescos de estilo versallesco.