Las rías de Galicia presentadas a pelo, tal como son, y delante del comensal. Hace millones de años el fuego no existía y los productos no se podían cocer. Del mar salían los alimentos crudos y vivos. En el Espacio Kru rinden homenaje a este producto neto. Dedican cuerpo y alma a unas elaboraciones desnudas al plato, sin muchas transformaciones. Los platos, delicatessen exponenciales al paladar, no han visto el fuego ni lo verán. La gracia de este restaurante es mantener la esencia del producto de mar raso. Eso sí, dejando paso a la creatividad, sin grandes extravagancias, como en el carpaccio de atún con manzana y jengibre. Hay que verlo para creerlo pero de esta experiencia no se olvida.
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