1. Bodega Bonay
El nombre de este restaurante ya lo dice todo. Os encontraréis una impresionante selección de bodega para maridar toda su oferta gastronómica: una carta concentrada de platillos y tapas -los mejores acompañantes para un buen vino- que esconde una filosofía artesanal, sostenible y adaptada a la temporalidad. Hay que decir que Bodega Bonay fue incluida en la última edición de la Guía Slow Food, y no extraña, con una lista de cuidadas recetas con toques franceses, italianos y hasta tunecinos. Todo un viaje por el Mediterráneo con espectáculo incluido, y es que podréis ver como el chef prepara cada plato en la cocina abierta desde las sillas, en un ambiente y decoración cálidos y festivos. ¿Qué preparará? Destacamos algunos de los ya clásicos, como la royal de erizos, la anguila lacada con ensalada de col, la tatin de alcachofa (la masa se elabora de principio a fin en el restaurante) y la papada de cerdo a la brasa con pan tomate. Si buceáis por la carta, pillaréis algunos 'huéspedes' inesperados, que hacen parada un tiempo para ofrecer algunos de sus productos, como el pan de Pa de kilo; colaboraciones locales por las cuales apuesta Casa Bonay y que son en sí mismas una traslúcida declaración de principios.