Este local está cerrado.
El paseo de Joan de Borbó está lleno hasta los topes. Y si no tuviera el objetivo claro, volvería a casa cansado del verano y del ambiente de una Barcelona que huele a 'aftersun'. Hacía tiempo que quería ir a El Suquet de l’Almirall y llego con ganas de sentarme y de probar los platos de Quim Marquès.
Su aspecto clásico es reconfortante. De vez en cuando, las córneas agradecen un cierto distanciamiento de la posmodernidad. Me gustan las pizarras gastadas de platos escritos. Evidentemente, pido pan de cristal con tomate, plato fundamental para aguantar la espera de los platos, y de primero, me decido por unas anchoas del Cantábrico, media ración de jamón de la dehesa y media de buñuelos de bacalao con espinacas. No sé si es el calor, pero en mi espíritu de comensal hoy impera el clasicismo. En cuanto a las anchoas, considero que las del norte de España no tienen rival. Respecto a los buñuelos, la textura es muy curiosa y no apta para los ortodoxos del buñuelo.
De segundo, pido arroz. Hacía día que lo tenía en la cabeza y no me he podido aguantar. Me decanto por una paella catalana mixta, en recuerdo de los arroces que hacía mi abuela. De sus platos siempre preferí el fricandó, pero un homenaje es un homenaje. La paella catalana del Almirall está muy buena. El grano del arroz no solo está cocido a la perfección, sino que tiene impregnado todo el jugo del caldo mar y montaña.