Si sois fans de la comida tradicional de la cocina catalana, y sois capaces de peregrinar a donde sea para probar un buen cap i pota, unos pies de cerdo, unos buenos canelones o, incluso, unos caracoles a la brasa con romesco para chuparse los dedos, tomad nota y poned rumbo al Cafè de l’Acadèmia. Después de tres años cerrado, este magnífico local ubicado en los bajos de un edificio histórico del siglo XV -y con terraza en la plaza de Sant Just, una de las más antiguas, menos conocida y con más historia del Barrio Gótico- ha reabierto de la mano del Grupo San Telmo. Este grupo, que cuenta con cinco restaurantes más en Barcelona, ha recuperado la esencia del local, respetando los elementos históricos, como los muros con arcadas, los pilares con piedras de diferentes épocas y las vigas de madera, y dando un nuevo calor al espacio para convertirlo en una auténtica casa de comidas tradicional.
En la barra cuelgan los embutidos de siempre, de la cocina, al fondo y a la vista, se percibe el aroma de los guisos, tan parecidos a los de la abuela, y en la despensa se pueden contemplar los ingredientes locales y de proximidad con los que lo elaboran todo, tanto de la tierra como del mar.
Y todo esto se refleja en su carta, llena de platos de mar y montaña y con un montón de propuestas que rinden homenaje a los comerciantes de proximidad. Como el pan del horno Vilamala de la Ribera, tostado y servido con tomate de colgar y aceite de primera, la tabla de quesos de la quesería Carot, en la vecina calle Dagueria, o el espectacular fricandó con setas del puesto de Petràs, en la Boquería. No dejéis de probar los calamarcitos con judías de Santa Pau y butifarra del Perol, ni las albóndigas caseras con sepia, ni los macarrones del cardenal gratinados (sí, sí, unos macarrones de aquellos a la catalana que os transportarán a la infancia). Y no os preocupéis si queréis probarlo todo, porque la carta propone medias raciones de casi todos los platos a precios más que populares.
La carta de vinos y cavas, centrada exclusivamente en referencias catalanas, será el maridaje perfecto para hacer de vuestra comida una experiencia culinaria con raíces. Y disfrutadla contemplando los alrededores, porque si el local tiene historia, el lugar donde se sitúa merece una ruta, antes o después: se ubica en la calle Lledó, que sigue las murallas romanas del siglo II, junto a los palacios Moxó y Requesens, sede de la Real Academia de Buenas Letras, y frente a una de las fuentes más antiguas de la ciudad. ¡Todo un plan para chuparse los dedos!
