El arroz, para los catalanes, puede ser somnífero y monolítico: una paella como una rueda que te comes después de una ensalada y te deja grogui hasta las siete. Y siempre es noticia que un valenciano haga arroz aquí: un ejemplo de esto es el CruiX, del castellonense Miquel Pardo (cocina) y Carlos Rodríguez (de Valladolid, sala y vinos). Juventud y testosterona: entre todos, siete hombretones límite de edad 29 años en un bareto chino-gallego reconvertido en casa de comidas moderna y popular, con un menú degustación que no supera los 40 euros.
Pardo explica que después de años trabajando en Michelins le apetecía crear un lugar donde comerían los amigos. Como buen valenciano, el que más los une es la paella en el centro, la cervezita, la diversión y la curiosidad. Como el obús de la canción –suena rock castizo sin manías–, estalla en una carta de platillos/platazos difícil de olvidar. Y que señalan que el Cruix tiene potencial para crujir el panorama, haciendo cocina popular estudiada en alta gastronomía, como ya lo hicieron Can Boneta y el Mitja Galta. Pardo no ha querido que la paella sea un destino final sino un plato importante, y ha dispuesto un menú de degustación que es para sacarse el sombrero. Cómo lo es también el de mediodía: tres tapas de la carta, postres y arroz por menos de 16 euros. De traca fallera: la croqueta de pato de Pekín –cremosidat con la ave asada y lacada y cremosa, puntuada por kimchi y menta– y una ensalada de puerros asados con anguila teriyaki, humo y miel (la alianza humo/picante aquí se usa con magia, como en un brócoli al fuego y salsa de pollo tenduri y queso picante).
Cedo la palabra a Pardo para hablar de arroz: 'Hacamos media ración de arroz para cada uno. Sacas la paella, juegas con la cuchara, disfrutas de un arroz finito y seco, en cada cucharada te llevas el sofrito 'socarradet', con toda la potencia del caldo. En una cucharada lo notas todo'. Paella pura; no en receta sino en espíritu. Cada semana cambian de menú de mediodía, y os podéis encontrar una paella de ibérico y pimientos del Padrón, que os encontraréis rascando fraternalment, la paella. Postres sí o sí: hay que inventar un premio para genialidades como el Curryoset y el Día Triste en la Playa, conos de helados melancòlicos con chocolate debajo, como si fuera la portada de La vida mata. Fichad.