Coya es un restaurante de hotel significativo: es el establecimiento que hay en la planta baja del hotel W –¡dígase waw!– y ocupa esa maravillosa terraza donde alrededor del 2010 estaba el Bravo de Carles Abellan. Es el undécimo establecimiento que ha abierto el grupo Coya en todo el mundo, y estamos hablando de lujo regio a todo trapo: mesas y sillas de orfebrería de madera y cuero, máscaras que remiten a las divinidades incas, y un aire selvático con vegetación de jungla incluida que remite a superproducción de Hollywood sección 'Indiana Jones' (la visita a los lavabos os desencajará la mandíbula, podría hacerse con guía y salacot).
¿La comida? Pues con ese escenario, mala no puede ser. Coya opta por tomar los platos más internacionalizados de la cocina peruana y adaptarlos al 'fine dining' de hotel estilo anglosajón, que es su terreno natural. En cualquier lugar del mundo que te los comas, como una buena ensalada césar o hamburguesa bien hecha, serán deliciosos. Sobre todo los entrantes: su guacamole con tortilla crocante o las empanadillas de res son buenísimas, por no hablar de un tártaro de pescado limón con yuzu que engulles como quien dice por telepatía. Hay poder y espectacularidad: tienen 'robata', dos barras de coctelería y un bar de cebiches, y una terraza majestuosa. Esto no impide que en algún principal, como el lomo de res –que vendría a ser la versión de alta cocina del lomo saltado de ternera– falte garra en términos de sabor y contundencia: dados de ternera, demasiado marinados en soja y con poca marcha picante.