¿Un restaurante romántico? ¡Romántico es quedarse corto! Contraban del hotel Wittmore es como una cajita de música para enamorados. Nunca imaginarías que en esta esquina discreta del barrio Gótico se esconde un hotel boutique –precioso, de lujo elegante y analógico, las habitaciones se abren con llave física– con un restaurante que privilegia las mesas íntimas, la madera oscura y el terciopelo. Y que está construido alrededor de un patio interior con el muro vegetal más alto de Barcelona: 19 metros de verde exuberante, donde podréis comer si hace buen tiempo. Al frente del restaurante está Alain Guiard, un chef que se mueve con talentosa comodidad entre la cocina creativa y la del confort casero.
Y siempre puedes confiar en que si él firma la carta, su propuesta será especial, trabajada y coherente. En Contraban, Guiard ha estructurado una carta que remite al proceso creativo, con apartados como Libertad, En Blanco o Frustración. En Libertad, nos seduce con una pizza brioche con una interacción sorprendente entre el hinojo fresco y el pepperoni. En Blanc –que es un apartado de platos hechos con tres ingredientes– vale la pena probar una buenísima berenjena escalivada con miel de pino y piñones, que deshojas carnosa como si fuera bacalao. Y en Nostalgia nos desarma con unos gloriosos macarrones del cardenal, donde se entrecruza la bechamel con el zumo de asado del secreto ibérico y remite a las doradas panzadas de tu infancia. Las raciones son abundantes, ya sabéis que una barriga satisfecha parte más dispuesta hacia la lujuria.