Este histórico local, entre los más antiguos de Barcelona, se fundó en 1898 como tostador de café y fábrica de barquillos. En 1916 se convirtió en una tienda de productos alimenticios de calidad, y en 1943 tomó las riendas la familia Múrria. Conserva elementos decorativos de la época, como los rótulos y anuncios tintados al fuego, con copias de los carteles originales que Ramon Casas hizo para Anís del Mono y Codorniu, y unos majestuosos escaparates acristalados.
Joan Múrria explica cómo era un colmado de principios de siglo XX: "se vendía de todo: comida, detergente, harina, arroz, velas, todo a granel". Cuando su padre asumió el negocio, en 1943, importó a Barcelona productos que entonces eran exóticos, como coco rallado a granel o piña en lata, (que venía de Hawái). Joan Múrria se introdujo en el negocio a finales de los sesenta, y fue pionero en importar a Barcelona producto europeo de alta gama, como caviar o salmón.
El histórico Colmado Múrria en agosto de 2022 cerró por reformas y en 2023 reabrió como una tienda de delicatessen con dos espacios de restauración, dirigidos por Jordi Vilà, chef de Alkimia y Alkostat. Con la reforma, bajo el maravilloso cartel, ahora hay tres espacios diferenciados: una charcutería, Colmado Múrria, especializada en productos gastronómicos catalanes e internacionales, con un surtido de más de 200 quesos artesanos, ahumados, embutidos, conservas, frutos secos, caviar, aceites, cafés, y vinos y cavas.
El espacio de restauración que ocupa buena parte de la tienda es un bar-restaurante informal de mesa alta, barra y taburete, donde Vilà ejerce la tapa y la cocina catalana con la marca de la casa: platos tradicionales, para mojar pan pero con un giro de creatividad y una marca personal inconfundible. Y en la trastienda está el espacio 1898, con un comedor para ocho comensales.
¿Cómo se come en el Colmado Múrria?
Se come de narices. El producto de la charcutería se incorpora a la carta del restaurante. Y pocos restaurantes en Barcelona (por no decir ninguno) tienen a su disposición 200 quesos afinados. Aquí os sorprenderán con platos como una croqueta rota: un relleno de pollo asado, con una base de bechamel y jugo del asado, puntualizado por el crujiente de un bollo seco triturado. ¡Cómo comerse una croqueta al revés!
También hay mucho juego en una tortilla que parece de patatas, con boina de jamón ibérico, y que no se sirve con pan con tomate: ¡porque lo lleva dentro! Y donde no hay ningún juego de manos posible, sino cocina tradicional catalana hecha con tiralíneas y un sabor exquisito, es en platos como los macarrones de asado, marca de la casa –con esa interacción tan buena entre el sofrito y la bechamel–, una ternera con setas de manual, suave y tierna, o un bacalao con chanfaina de tanta calidad y tan bien hecho que se deshoja al primer golpe de tenedor.