Así como hemos asistido a la única o solitaria rehabilitación del 'fish and chips' y a la de la hamburguesa, ¿por qué no se puede ofrecer un buen pollo? Por defecto, no nos fiamos del pollo barato. Pues eso no debería pasar en el Chicken Shop/ Dirty Burger, la primera franquicia que Soho House abre en España.
Une bajo un mismo techo los dos restaurantes de la casa: pollos y hamburguesas. La gracia de todo esto es la sencillez y la calidad del producto. El pollero jefe, el cocinero Iñaki Moreno, explica que es "tan simple como pollo de corral del Empordà, marinado 24 horas, hecho al vapor, vuelto a marinar y asado con leña y carbón". Sencillo pero laborioso.
Lo pruebo: por poca pasta, te traen un plato de medio pollo, tierno y sabroso, en el que incluso masticas con deleite las a menudo áridas pechugas (hecha al vapor, los jugos no se pierden y se gana gusto). Y el marinado aporta una marcha picantona parecida al 'jerky chicken' jamaicano. Aunque el chef no abre la boca sobre la receta, se intuyen pimientos dulces y ahumados. Ver como asan las aves es un 'show': en lugar de los omnipresentes hornos Josper, el director, Christian de Martino, presume de una barbacoa muy poco usual. Un pequeño foso donde quemadores de gas incendian leña y carbón, y con la llama natural encendida giran los pollos encima. "Sólo media hora: es el toque para que el pollo tenga la piel crujiente y un toque de brasa y de humo", dice Moreno. "Es muy importante que veas como cocinan lo que te comerás", añade.
Sobre todo, lo que mola más del binomio pollo/hamburguesa es la sencillez desarmante de la carta: pollo asado, cuatro guarniciones y tres postres. Lo mismo con las hamburguesas: ante la tomadura de pelo en que ha degenerado la 'burger', aquí hacen tres recetas (una es vegetariana) que cuestan entre cinco y seis euros. Y no son gigantescas, pero sí que tienen un sabor equilibrado, con ternera de Girona de primera y toques gourmet como una loncha de bacon de un centímetro de espesor hecha a baja temperatura. Valen la pena.
Las ensaladas también van al grano, por sencillez y calidad: lechuga romana buena, carnosa y dulce, tan difícil de encontrar, con aguacate y vinagreta de mostaza. Y las patatas fritas, caseras, son todo un vicio, así como los postres de pastel de manzana, con pedazos de fruta asada bien gruesos entre la harina y la canela.