Carlos Da Silva hizo de chef en un restaurante que levantaba el triste panorama de la calle Princesa (animado solo al final). Llevó (muy buenas) ideas de km 0 radical y creatividad con los pies en la tierra (y bien de precio) a un restaurante que en realidad quería un menú de mediodía arreglado.
Ahora, afirma sentirse “desengañado por el 'slow food''. Dasilva vuelve a dirigir un restaurante, pero de nuevo hace una pirueta: es el chef de Camarasa, un puesto de frutas y verduras con restaurante incorporado. Dasilva llegó a la conclusión que el mejor tomate puede ser el de Barbastro, y que si utiliza mangos tienen que ser de Perú (aunque certifiquen que sean de comercio justo). “ ¿Por qué no poner en práctica esto en un puesto de fruta donde tengas el género en exposición y controles la compra inicial?”, reflexiona. “Lo que importa es la excelencia”, añade Marc Aribó, propietario de las tres tiendas de Camarasa Fruits.
Camarasa es un local único en Barcelona: un puesto de fruta, rodeado de una barra y mesas, donde puedes comprar el mejor vegetal posible. Y que dentro dispone de una cocina con parrilla Josper, ¡y fuego directo! "Tenemos producto fresco y comida preparada de calidad envasada: nos faltaba una cocina. Este es un local donde puedes pedir guisantes recién recogidos y comértelos en la barra", dice Aribó. Proximidad y temporada siguen siendo ejes básicos.
Dasilva es de los que crean platos con fundamento y con más sencillez que pirotecnia. Un ejemplo: pienso que tengo en el plato unos calçots rebozados, y muerdo una escalivada –pimiento y berenjena hechos a la brasa– con una tempura suave puntuada con romesco y alioli. Brutal. Y la filosofóa 'slow' no les impide servir tomates en invierno. La familia Aribó fue la primera en vender tomate raf y rosa de Barbastro en Barcelona. Probad el raf de lujo (a 14 euros el kilo) con burrata y rodeado de pan tostado, no tiene nada que ver con el mordisco harinoso que presuponemos que sale del invernadero. Dasilva sigue ofreciendo algunos de sus éxitos, como una barroca croqueta de pollo rustido (de las tres mejores de Barcelona, seguro).
Y aquí los calçots los encontraréis coronando unos pantagruélicos huevos con patatas de pobre y jamón de bellota. Prestan mucha atención a la verdura (es de sentido común), el término 'flexiteriano' no les hace justicia. Eso sí, la carne y pescado los tocan como los ángeles; ver bien qué comes y que te sorprenda es difícil. Aquí lo hacen.