Hay tantas Gracias populares como se os ocurran -crosta punk, multiculti, de arte y ensayo, asociativa y vecinal ...-, pero todas tienen un aspecto en común: el espíritu festivo y tolerante (la mayoría de las veces) . El bar restaurante Cal Trapella es una cara más. Aquí hacen cocina catalana de grandes éxitos, y también suenan grandes éxitos catalanes: espíritu gracienc apartado Txarango, para entendernos.
Como yo también soy festivo y tolerante, obvio la música ambiental -un buen debate: ¿hay que comerse con patatas la música del chef? - y me siento dispuesto a disfrutar de los grandes hits de la cocina catalana. Cal Trapella es la renovación de la clásica masía urbana en la que el platillo -plato tradicional catalán hecho con sofrito, no un plato pequeño - gana la partida a la carne a la brasa.
Este es un lugar pequeño, con una infraestructura mínima. Pero eso no quita que se esfuercen para poner en la mesa elaboraciones notables: como las albóndigas -del tamaño del puño de un niño, con una potente picada en la que se nota la almendra y la mano del chef- o unas croquetas de ceps impecables. De las limitaciones han hecho virtud: pocas cosas en carta y bien hechas, como unos mejillones traviesos con salsa de mojo picón o unas bravas que harán fortuna.