Ca l’Esteve podría ser un falansterio, aquella comunidad socialista, utópica y autosuficiente del siglo XIX. Un falansterio gastro, por supuesto, con huertos, viñas y granja. Hablar aquí de Km 0 es ridículo. Todo está a diez metros.
La familia Esteve, al frente de la colonia desde principios del siglo XX, habita las viviendas en torno al restaurante, incluso dentro de él, como es el caso del cocinero, Xesco Bueno, casado con una Esteve, Maria. El patriarca, Esteve Esteve, se encarga de que lo vegetal crezca, y brille. Esteve Esteve hijo (y hay un Esteve Esteve nieto, como en las sagas norteamericanas) sabe de vinos, los cuida, los elabora, los sirve. Disponen, incluso, de bodega y planta embotelladora. Esto va de familias: de hijos, de nietos, de sobrinos. Así, Esteve etiqueta según nacimientos: 9Nat, 8+1 o 9 Xiquets. Probamos un blanco, un xarel.lo con solo 1.000 botellas, y el tinto 9Nat y en ambos el territorio bajó por la garganta. El último trago fue excepcional: una mistela de la que solo hicieron 50 botellas. Les queda, ¿una, dos, tres? Saber que es un placer limitado multiplica el goce.
Xesco y Esteve hacen buen tándem. Esteve, culé a muerte, padre de Johan Esteve, sabe tratar a la gente: “La confianza es un partido ganado. Y nuestros clientes confían”. Xesco asiente porque vibra con la tierra: “¿Qué cocino? Lo que responde a la pregunta: ‘Hoy, ¿qué hay en el huerto?”. La ensalada de habitas con jamón y menta fresca o los caracoles a la brasa con bitxo y romero. Incluso la butifarra se la proporciona un familiar, un tío, con granja en las inmediaciones. La madre, Maria, sigue en activo: los canelones de rustido salen de sus manos. Autora también de un plato atemporal, que una vez fue moderno y, hoy, chocante en una masía: el tartar con dos salmones, que prepara Xesco, así como las croquetas XXL, croquetones de antología.
Profesor, estudioso y coleccionista y custodio de libros gastronómicos, Xesco es especialista en arroces. Ensaya estos días una multipaella a la que le han puesto por nombre Hat-trick porque está dividida en tres partes. “De momento, solo tenemos una. Hemos encargado más a un herrero”. Pues que el herrero espabile porque será plato estrella: tiene alma de crack. Saben que hay precedentes: he encontrado utillaje similar en Ca n’Ignasi (Inca) y Cala Fornells (Salamanca), además de una empresa, Ferrovicmar, que las vende.
El trío sale de maravilla: costilla, alcachofa y pimiento; pato y ajos tiernos; pulpo y almejas (subida de sal y con la almeja demasiado hecha). El punto del arroz sale perfecto. El 3x1 es una trampa para adictos.
Sorpresa también con los postres, de Montse Esteve: buenísimos el brazo de crema y la tarta de queso. ¡Que los venda a la puerta!
Hay que pedir, hasta quedar afónicos, complementar la comida con dos visitas: a los campos, la viña y la bodega con Esteve y a la colección de incunables con Xesco. Después de alimentar el estómago, airear la mente, estudiar el pasado, saber que hace más de un siglo alguien paró aquí, por primera vez, para comer y beber.